ENFOQUE

La violencia hacia niños, niñas y adolescentes constituye un grave problema social.

Es expresión de graves inequidades de poder existentes y legitimadas por un orden social preestablecido en nuestra cultura que coloca a niñas, niños y adolescentes en una situación de inequidad y asimetría de poder. Supone un sistema de dominación y constituye un problema de poder donde el objetivo central es someter y controlar a los niños/as y adolescentes que se encuentran en una situación histórica y culturalmente establecida de desigualdad frente al mundo adulto.

Esta ubicación como objetos de control del mundo adulto se intersecta con otras dimensiones, especialmente la dimensión de género que consolida las condiciones de vulnerabilidad y sometimiento.

La discriminación de género y la discriminación generacional son los ejes fundantes de un sistema de dominación hegemónico que ordena las relaciones sociales en el sistema patriarcal1. Este sistema determina jerarquías

entre varones y mujeres y entre adultos y niños y otras personas que no detentan la masculinidad hegemónica - varones homosexuales, identidades trans, varones que se alejan de este estereotipo (masculinidades alternativas), entre otros.

Otras dimensiones como la condición socioeconómica y la étnico-racial, agudizan los niveles de sometimiento y complejizan las posibilidades de transformación.

La violencia hacia niños, niñas y adolescentes es por lo tanto un problema de fuertes raíces culturales enmarcadas en una estructura social basada en el sexismo, el adultocentrismo y la heteronormatividad 2, en el poder otorgado a los varones adultos, heterosexuales y en la desvalorización y sumisión de las mujeres y lo femenino así como la infancia y adolescencia como etapa vital.



”La violencia hacia niñas, niños y adolescentes no es un hecho reciente, no responde a los condicionamientos de la vida moderna, no es propiedad del modo capitalista de producción, sino una práctica sostenida en el tiempo, en las diversas culturas, clases sociales, religiones y grupos humanos. Esta ha sido registrada a lo largo de la historia de la humanidad, por estudios antropológicos, médicos, expresiones artísticas y otras formas que nos mostraban el sufrimiento en unas ocasiones estridente y en otras silencioso”. (Prego, C 2009: 41)



En el año 2001 la Asamblea General de las Naciones Unidas encomendó al Secretario General que realizara un estudio oficial sobre la violencia contra los niños, niñas y adolescentes. Este estudio fue realizado por el experto independiente Profesor Paulo Sergio Pinheiro.

El informe se realizó en colaboración con la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (OACNUDH), el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) y se publicó en el año 2006.

El estudio destaca que la violencia contra niños y niñas apenas se está haciendo visible a nivel mundial y hace un llamado a no permitir su justificación ni aceptación, sea por razones de tradición o por razones de disciplina.

Identifica distintos contextos donde se produce la violencia hacia niños, niñas y adolescentes, entre los que propone:

En su hogar y familia: maltrato físico, psicológico, sexual, matrimonio infantil, prácticas tradicionales dañinas.

En la escuela: castigos físicos y psicológicos, discriminación de género, acoso, hostigamiento, violencia sexual.

En los sistemas de atención social y de justicia: violencia en las instituciones de amparo (hogares, refugios, albergues) en situaciones de detención (policía, cárceles) .

En el trabajo: trabajo doméstico (criadazgo), trabajo forzado y esclavizado, trabajo de menores en condiciones de riesgo, explotación sexual comercial en la industria del sexo.

En la comunidad: violencia contra niños y niñas en situación de calle, violencia cometida por funcionarios policiales u otros representantes de la autoridad, violencia sexual (secuestros, violaciones, explotación sexual), trata con fines de explotación sexual, laboral, remoción de órganos, adopciones.


En nuestro país es posible identificar situaciones de violencia hacia niños, niñas y adolescentes en todos los contextos señalados, priorizando la violencia que ocurre en el contexto del hogar y la familia (violencia doméstica), así como la explotación sexual comercial (violencia sexual). Estas son dos formas de violencia que tienen una incidencia muy relevante en la población infantil y adolescente de nuestro país.


VIOLENCIA HACIA LOS NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES EN EL ÁMBITO DOMÉSTICO

En el entorno familiar los niños, niñas y adolescentes pueden sufrir diversas formas de violencia.

La ley 17514 (Ley de Violencia doméstica) define la violencia doméstica como:

Toda acción u omisión, directa o indirecta, que por cualquier medio menoscabe, limitando ilegítimamente el libre ejercicio o goce de los derechos humanos de una persona, causada por otra con la cual tenga o haya tenido una relación de noviazgo o con la cual tenga o haya tenido una relación afectiva basada en la cohabitación y originada por parentesco, por matrimonio o por unión de hecho”.

Define como manifestaciones de violencia:

. Violencia física:
Acción, omisión o patrón de conducta que dañe la integridad corporal de una persona.

. Violencia psicológica o emocional:
Toda acción u omisión dirigida a perturbar, degradar o controlar la conducta, el comportamiento, las creencias o las decisiones de una persona, mediante la humillación, intimidación, aislamiento o cualquier otro medio que afecte la estabilidad psicológica o emocional.

. Violencia sexual:
Toda acción que imponga o induzca comportamientos sexuales a una persona mediante el uso de: fuerza, intimidación, coerción, manipulación, amenaza o cualquier otro medio que anule o limite la libertad sexual.

. Violencia patrimonial:
Toda acción u omisión que con ilegitimidad manifiesta implique daño, pérdida, transformación, sustracción, destrucción, distracción, ocultamiento o retención de bienes, instrumentos de trabajo, documentos o recursos económicos, destinada a coaccionar la autodeterminación de otra persona.



La Organización Mundial de la salud aporta la siguiente definición:

El maltrato infantil se define como los abusos y la desatención de que son objeto los menores de 18 años, e incluye todos los tipos de maltrato físico o psicológico, abuso sexual, desatención, negligencia y explotación comercial o de otro tipo que causen o puedan causar un daño a la salud, desarrollo o dignidad del niño, o poner en peligro su supervivencia, en el contexto de una relación de responsabilidad, confianza o poder. La exposición a la violencia de pareja también se incluye a veces entre las formas de maltrato infantil.




ESTADO DE SITUACIÓN

La magnitud del problema

Según datos del Informe de Gestión de SIPIAV en 2012 INAU atendió a 836 niños que sufrían violencia doméstica y recibió 435 de maltrato infantil mediante la Línea Azul. Mientras tanto diferentes OSC del área metropolitana (Canelones, San José y Montevideo) atendieron 804 casos de maltrato infantil.

La mayoría de víctimas de violencia son las niñas y las adolescentes, representando el 54% del total de los casos. En lo que respecta a abuso sexual la diferencia se incrementa, el 72% de las víctimas son niñas y adolescentes, mientras que el 28% corresponde a niños y adolescentes abusados.



Los tipos de violencia que sufren niños, niñas y adolescentes son: maltrato físico, abandono físico, maltrato emocional, abandono emocional, síndrome de Münchausen, maltrato institucional y abuso sexual. El 78% de los casos ocurren en el ámbito familiar, siendo familiares directos los agresores. En cuanto a la frecuencia de las situaciones de maltrato, el 92% fueron episodios recurrentes mientas que solamente el 8% se trató de casos aislados. (SIPIAV 2012)



Según datos del estudio realizado en 2008 por INFAMILIA-MIDES “Estudio sobre Prácticas de Crianza y Resolución de Conflictos Familiares”, el 82% de los adultos entrevistados (en una muestra de 1100 casos) reporta alguna forma de violencia psicológica o física hacia un niño de su hogar.



NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES TESTIGOS DE VIOLENCIA


Resulta de especial interés destacar esta modalidad de maltrato infantil. Los niños, niñas o adolescentes que presencian ataques físicos, sexuales y/o descalificaciones y humillaciones ejercidas por parte de un progenitor hacia el otro experimentan daños muy profundos.

En el marco de juicios por tenencias y visitas, los operadores de justicia en general no consideran esta situación como una forma de violencia directa hacia los niños/as y adolescentes. Se entiende que la violencia se ejerció contra el adulto y en general se habilita que el progenitor violento tenga visitas sin vigilancia. Una práctica protectora debería centrarse en restringir y vigilar las visitas al progenitor que ejerció violencia contra su pareja exponiendo a los niños, niñas y adolescentes a ser testigos y víctimas directas.




1- Marta Fontela define el patriarcado como: “… un sistema de relaciones sociales sexo–políticas basadas en diferentes instituciones públicas y privadas y en la solidaridad interclases e intragénero instaurado por los varones, quienes como grupo social y en forma individual y colectiva, oprimen a las mujeres también en forma individual y colectiva y se apropian de su fuerza productiva y reproductiva, de sus cuerpos y sus productos, ya sea con medios pacíficos o mediante el uso de la violencia.” Heidi Hartman (1979) define patriarcado como: “… conjunto de relaciones sociales que tiene una base material y en la cual hay relaciones jerárquicas entre los hombres y solidaridad entre ellos, lo que les permite dominar a las mujeres. La base material del patriarcado es el control de los hombres sobre las mujeres, en la esfera de la producción, negando el acceso a las mujeres a los recursos productivos económicamente necesarios y restringiendo su sexualidad”.

2- Michael Warner define heteronormatividad como: “el conjunto de las relaciones de poder por medio del cual la sexualidad se normaliza y se reglamenta en nuestra cultura y las relaciones heterosexuales idealizadas se institucionalizan y se equiparan con lo que significa ser humano”. En este sentido, la heteronormatividad no solo implica un prejuicio contra la homosexualidad, sino que trata de identificar el conjunto de normas sociales que ejercen una presión y que sirven para construir una sexualidad idealizada. Esto incluye no solo la orientación sexual sino también cuestiones de raza, clase, género y prácticas sexuales. La sexualidad como la conocemos no es producto de la homofobia sino un cúmulo de regímenes normalizados (racismo, sexismo, clasismo, discursos normalizados sobre las prácticas sexuales) que sirven para definir y constreñir qué tipos de sexualidades son apropiadas y cuáles no.