
La Comisión para la Salud Cardiovascular entregó ayer los premios del 8º Concurso Juvenil de Proyectos Cardiosaludables, del que participaron 23 equipos de alumnos de Educación Primaria, Secundaria, Formación Docente e integrantes de clubes de niños de varios puntos del país.
“Estamos incidiendo, esto genera un brazo multiplicador dentro del sistema educativo en la promoción de la salud cardiovascular”, comentó Mario González, coordinador del área Educación para la Salud de la Comisión Cardiovascular, al tiempo que destacó el trabajo de estos ocho años y la constante presencia de propuestas innovadoras.
Uno de los proyectos ganadores fue realizado por estudiantes de 2º año de Biología del Centro Regional de Profesores del Suroeste (Colonia). “Colesterol infantil…una voz de alarma”, fue el nombre del proyecto. Los estudiantes trabajaron con escolares por varias razones. En primer lugar para derribar el mito de que el colesterol afecta únicamente a personas adultas; también por la importancia de que los niños adquieran hábitos saludables desde chicos, y finalmente por considerar que la escuela es un “espacio de encuentro de la familia” y los niños “agentes multiplicadores”. El tema fue abordado con propuestas lúdicas para los escolares y encuestas de alimentación para los padres. “Superó nuestras expectativas”, aseguraron.
Otro de los proyectos premiados también estuvo vinculado a la alimentación y la escuela. “Hipertensión arterial en la infancia” fue la propuesta de la escuela Nº7 Juan José Morosoli de Minas, Lavalleja. Dos alumnos comenzaron a estudiar el tema tras enterarse que una compañera de clase tenía hipertensión. “Queríamos saber por qué”, comentó uno. “Comenzamos haciendo controles en toda la escuela y a tres les dio alto”, dijo otro.
Los escolares se contactaron con una nutricionista, una asistente social, una médica y un profesor de educación física y buscaron información sobre el tema. Los niños comenzaron a ver con otros ojos las publicidades de algunos productos como los snacks, en particular los llamados “chizitos”. Como resultado, la cantina de la escuela no vende más “chizitos”, e incluso la maestra contó que las madres la llamaron para preguntarle qué productos podrían comprar para los cumpleaños, ya que los niños se negaban a comer “chizitos” y papas fritas.