
Un periodista del diario El País recorrió algunos centros de privación de libertad de la Colonia Berro y habló con sus directores.
“No sé cómo era antes, pero yo te aseguro que hoy por hoy no se pasan todo el día en las celdas. Salen a estudiar todos los días y van a los patios en la mañana y a la tarde. Acá no se pasan 23 horas encerrados”, aseguró Jesica Barrios, desde hace dos meses directora del centro de privación de Libertad Ser, en la Colonia Berro. “Acá está todo controlado, lo que pasa a veces es que hay riñas. Eso es inevitable. Todos tienen historias difíciles y muchos de ellos traen cuentas pendientes desde la calle”, agregó.
Para detener un episodio de violencia entre los adolescentes, Barrios dijo que “se hace una reducción normal. Se los separa, se les pone las esposas y nada más”.
Sin embargo, uno de los adolescentes entrevistados para la nota, quien está en el establecimiento Cerrito, describió de otra manera las condiciones en el Ser. “Allá es horrible. Salís una hora al día al patio. Los funcionarios te tratan mal. Y si hacés algo mal te pegan”, aseguró.
Precisamente, la Justicia investiga una denuncia penal contra tres funcionarios de la Colonia Berro por “una situación comprobada” de maltratos hacia adolescentes, según señalaron desde la Institución Nacional de Derechos Humanos.
Sobre el uso de fármacos, Barrios sostuvo que solo a 10 de los 66 adolescentes privados de libertad en el Ser se les suministra algún tipo de medicación, siempre por orden de psiquiatras.
José Luis Pérez, director de seguridad de la Colonia Berro, explicó que los adolescentes a los que se les da fármacos están con problemas de consumo de drogas y “no se les puede sacar todo de golpe”.
Para Pérez, los adolescentes privados de libertad viven “como hijo rico”. “Tienen cocinera, chofer, si tienen un granito en la cara los llevamos al dermatólogo. Todo siempre con las medidas de seguridad correspondientes, porque si alguna vez llega a pasar algo con un gurí de estos a mí, como director de seguridad, es al primero que le van a cortar la cabeza”, señaló.
Si el Ser es el centro de privación de libertad con mayores medidas de seguridad, Cerrito es el centro con medidas mínimas. Los 20 adolescentes duermen en una misma habitación, no se utilizan esposas ni grilletes y según señaló Juan Barossi, subdirector de Cerrito, “se intenta no usar fármacos”.
El adolescente citado anteriormente dijo que “gracias al Cerrito conseguí trabajo”. A partir de la semana que viene comenzará a trabajar en la sección mantenimiento de una embajada. Todavía le quedan cinco meses para cumplir su pena. “Intentamos reinsertarlos en la sociedad antes de que salgan, para que no vuelvan a caer en lo mismo”, señala Barossi.