El psiquiatra estadounidense Leon Eisenberg, se hizo famoso en todo el mundo en la década del sesenta cuando agrupó bajo el diagnóstico de “trastorno de déficit de atención con hiperactividad (TDAH)”, las malas conductas de los niños y logró que dicho concepto fuera incluido en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales.
Aseguró, además, que el déficit atencional es hereditario, con lo que deslindaba a los padres sobre la conducta de sus hijos: el comportamiento de éstos nada tenía que ver con el entorno o la educación familiar. Sus experimentos con psicofármacos, en especial el metilfenidato (conocido por su nombre comercial, Ritalina) dieron los resultados esperados –esto es, modificar la conducta de los niños-, por lo que nadie –ni los médicos ni los padres-, se mostró preocupado cuando el consumo de Ritalina rompía récords año tras año.
Pero unos meses antes de morir, Eisenberg dio una entrevista al semanario alemán Der Spiegel, en la que se retractó de sus afirmaciones sobre el origen genético del TDAH. “El TDAH es un ejemplo de una enfermedad inventada”, confesó el especialista. “La predisposición genética para el TDAH está completamente sobrevalorada”, agregó.
Eisenberg dijo que los psiquiatras infantiles deben indagar con mayor detenimiento el entorno del niño antes de acudir a la medicación. “¿Hay peleas con los padres?, ¿la madre y el padre viven juntos?, ¿hay problemas en la familia? Estas preguntas son importantes, pero toman mucho tiempo”, dijo. “Prescribir una píldora es mucho más rápido”.
El semanario Brecha consultó al psicólogo y psiquiatra de niños, niñas y adolescentes, Ariel Gold, sobre las declaraciones de Eisenberg. El especialista señaló que el TDAH “tiene base biológica, pero a su vez está tremendamente influido por el ambiente”. Esto significa que “el niño nació con esto o se pudo haber deteriorado en los primeros años de vida”, agregó.
“Un niño con déficit atencional tiene ciertas características, el tema es que esas características las tiene también un niño que ha tenido un sistema de crianza no del todo bueno, es decir, los niños ‘maleducados’ o ‘malcriados’. Ahí está la gran diferencia”, señaló Gold.
Para Gold, profesor adjunto de la Cátedra de Psiquiatría Pediátrica del Hospital Pereira Rossell y médico pasante del Centro de Trastornos Afectivos de la Universidad de Pittsburgh, Estados Unidos, los médicos “deberían poder hacer un diagnóstico acertado, tomarse el tiempo necesario para no decir que un chiquilín simplemente por el hecho de ser que sea muy movedizo, de que no atienda en clase, de que sea impulsivo y desorganizado, tiene déficit atencional”. “No todo es una patología psiquiátrica, de hecho la mayor parte de las cosas que les pasan a los niños están vinculadas al ambiente donde son criados”, afirmó.
“Ojalá los niños fueran todos movedizos, desatentos a las cosas que no les interesan pero que pudieran concentrarse en determinado momento para poder aprender. Para mí el niño soldadito de plomo es un chiquilín enfermo, super obediente, ese hijo que es ‘como un hombrecito’ no debe ser así, para ser adulto le falta edad”.