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Perder el miedo

“Es mostrarles que ellos pueden llegar a hacer mucho más de lo que imaginan. A través de la confianza en ellos, y con esfuerzo, el niño ve que llega donde pocos días antes era imposible. Ese mensaje, esa enseñanza se refleja en sus caras con cada logro. Y eso es impagable”, asegura Pablo Turielle, entrenador de escalada deportiva y creador de la Fundación La Muralla, que trabaja con niños y adolescentes de entre 4 y 18 años, provenientes de hogares en situación de pobreza.

“Llegan hasta acá con una energía totalmente baja, mirando raro, sin muchas ganas, y sorprender ver cómo de a poco van desarrollando una cantidad de estímulos”, agrega.

Turielle sabe por lo que están atravesando esos niños a los que ayuda. Cuando tenía tres años, su madre lo dejó a él y sus tres hermanos en un hogar del Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay (INAU). “No la tuve fácil (…), mi madre no tuvo otra opción que llevarnos al INAU (…). Estuve hasta los 8 años internado. Pero la vida tiene esas cosas y ahora vuelvo a estar vinculado con el INAU, tratando de devolverle todo lo que me dio a mí”, explica. “El apoyo del INAU es fundamental para un niño carenciado. Pero es difícil que ese niño pueda valorar determinadas cosas, y menos si no tenés una familia atrás…no valorás lo que te da el Estado (…) Al estar institucionalizado el niño pierde ciertas referencias, y eso es una desventaja grande que va a tener en la vida”, agrega.

Para Turielle, lo que aprenden los niños son enseñanzas de vida. “Hay un esfuerzo que tiene como consecuencia un logro bien visible, y un acto que es siempre el de ir y mirar hacia arriba. Eso, a su vez, implica perder el miedo y avanzar, ganando confianza en uno mismo y también depositando confianza en los que están con él, ayudándolo a cumplir su objetivo”, señala. “Un niño que no es visible, que está sumergido en la pobreza, que lo único que hay a su alrededor es poco cariño y pobreza y más pobreza…ese niño no va a ponerse metas, porque no tendrá nada para perder”, concluye.