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¿Qué hacer?

Especialistas del Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay (INAU) están investigando las realidades de otros países, y recurriendo a diversos estudios internacionales, para definir los pasos a seguir con los adolescentes involucrados en el asesinato de un niño de 11 años, en la ciudad de Maldonado.

Mónica Silva, directora del Departamento de Psiquiatría del organismo, dijo que se trata de una experiencia inédita en nuestro país, por lo que su abordaje no puede ser el mismo que cuando se cometen homicidios en el marco de un robo, por ejemplo.

Silva explicó que según la literatura especializada en el tema, los casos de asesinato cometidos por niños, se caracterizan por la planificación y la crueldad. “Existe una disociación en el niño entre lo que sucede y el sí mismo, como que no hubieran sido ellos, no se pueden identificar a sí mismos en esa situación”, contó. En paralelo agregó, “en un mecanismo que tiene la mente humana, saben que fueron ellos, pero el contacto emocional con la situación no existe”.

De esta manera podría explicarse lo que algunos entendieron como una patología, en el hecho de que uno de los adolescentes no mostrara signos de culpa o arrepentimiento. Silva señaló que es común que en los primeros contactos con los peritos, los adolescentes estén “como anestesiados. Y uno los mira y dice ‘bueno, a este chiquilín, ¿no le importa nada?’”; pero con el paso de los días esa angustia sale a la luz. “El niño tiene todo su aparato psíquico armado y por eso mismo, momento a momento, lo que uno ve puede cambiar mucho”, explicó la especialista.

El “¿qué hacer?”, es la pregunta del millón. Qué mecanismos activar para lograr que la pena sea a su vez una rehabilitación, una resocialización de esos adolescentes. “¿Cómo hacemos para hacerte sentir que hiciste algo terrible pero seguís siendo parte de nosotros?”, pregunta el criminólogo Nicolás Trajtenberg. Las expectativas no parecen alentadoras, en parte por las características del sistema de privación de libertad, que el especialista define como “opaco”. Para Trajtenberg, el sistema no brinda información sobre “por qué hogares pasan, ni qué sucede después, ni la tasa de éxito, ni la de reincidencia. No sabemos nada. Y eso alimenta la duda sobre si el Estado ofrece o no alguna medida más que el encierro”. La cuestión no radica entonces en que las cosas se hagan mal, sino en que “ni siquiera sabemos cómo estamos haciendo las cosas”.