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Testigos mudos

La Junta Nacional de Drogas (JND) tiene prevista la apertura del primer centro público para el tratamiento de madres con consumo problemático de drogas que tengan hijos menores de edad a cargo.

La iniciativa responde, entre otras cosas, al número cada vez mayor de consultas psiquiátricas de niños con trastornos a causa de convivir con las problemáticas derivadas de la adicción de sus progenitores. El principal objetivo será la atención de mujeres embarazadas y la de aquellas que ya son madres.

“Muchísimos”, dice la directora de Psiquiatría del Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay (INAU), Mónica Silva, cuando le preguntan por la cantidad de casos de este tipo que recibe en su dependencia. De inmediato aclara que la situación se da por igual con personas de todas las clases sociales. “En algunos casos está tan rota la red vincular, que aunque haya medios económicos, no se pueden sostener”, explica.

Silva dice que si bien las adicciones abarcan todo tipo de drogas –legales e ilegales-, predomina el consumo de pasta base. “El grito de la pasta base para volver a consumir es poderoso”, afirma. En su consulta privada en el Casmu y el Hospital Evangélico, dice que cada vez más abuelas crían nietos cuyos padres “están desaparecidos por la droga, internados o muertos”. Sostiene que se trata de una novedad de los últimos 15 años y que actualmente más del 10% de las consultas responden a este tipo de casos. “Y es toda gente de clase media”, asegura.

La especialista cuenta casos en que los niños terminan convirtiéndose en los padres de sus padres; muchos se inician a su vez en el consumo problemático de drogas durante la adolescencia, mientras que otros, por el contrario, rechazan las drogas de forma tajante.

La psiquiatra Paula Sarkissian, quien trabajó durante cinco años en el Portal Amarillo, centro público de referencia en la atención de adicciones, que funciona bajo la órbita de la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE), dice que muchas veces los niños están “confundidos y preocupados”, porque no entienden lo que ocurre y se sienten culpables de no poder ayudar a sus padres. “Es impensable que un niño pueda criarse en forma óptima en un núcleo disfuncional donde un integrante, sea el padre o la madre, consuma”, asegura Sarkissian. Son, dice, “testigos mudos” de la situación.

El proyecto en el que está trabajando la JND busca atender una de las aristas de la problemática: cuando se trata de mujeres, la dificultad del tratamiento es mayor. “Eso es así, porque está instaurado en la sociedad que la madre tiene que hacerse cargo del hijo”, explica Diego Lapeyre, director de la División Salud del INAU.

Según datos de la JND, en los centros de internación de personas con adicción, hay cinco hombres por cada mujer. Para Luis González, coordinador del departamento de tratamiento de la JND, esto se debe a que a las mujeres les es mucho más difícil irse de su hogar y dejar a sus hijos para realizar un tratamiento. “Es mucho más tabú, es más bravo para una mujer madre admitir que consume que para un varón, porque se asocia al concepto de mala madre, de mala mujer”, sostiene.

El borrador del proyecto de la JND destaca precisamente que hasta ahora, en los centros de tratamiento de adicciones, se toma en cuenta la perspectiva masculina, “desestimando los componentes de la predisposición de las mujeres a consumir y la diferencia de los efectos de consumo sobre ellas”. La condena social sobre la mujer y el miedo a perder la patria potestad de sus hijos, hace que no concurran a un servicio de salud, o lo hagan cuando quizás ya es demasiado tarde.

“La abuela dice que su hija no puede criar a sus hijos porque es adicta y la madre dice que sí, que tiene un problema, que quiere salir pero que también tiene derecho a ser mamá”, cuenta González, a modo de ejemplo de una situación que parece repetirse cada vez con mayor frecuencia.