Los especialistas coinciden en que el bullying siempre existió, aunque también reconocen que hoy es cada vez más visible. El problema, señalan, es que esa visibilidad llega únicamente luego de la agresión física.
Es allí cuando se da el paso al ámbito legal y se comienza un abordaje psicológico con la víctima. Fue lo que ocurrió en mayo en la Estación Experimental de Bañado de Medina, Cerro Largo, donde un estudiante fue víctima de maltrato por parte de seis de sus compañeros. Los victimarios fueron procesados sin prisión como “coautores de un delito de violencia privada”, junto con un “delitos de lesiones personales”. Debieron guardar arresto los fines de semana en la dependencia policial de su zona y se les prohibió acercarse a la víctima por un plazo de 60 días. Desde la policía local aseguran que se trató de un hecho aislado y sin precedentes.
Para el abogado Andrés Saravia, no es necesario llegar a la agresión física para que la denuncia por acoso llegue a la justicia. Si bien nuestro país no cuenta con una normativa específica para bullying, el abogado aseguró que se pueden utilizar “otras figuras delictivas”.
La psicóloga Silvana Giachero, por su parte, dijo que detrás del daño físico y por lo tanto visible, hay un daño invisible, que lo es también para el entorno de la víctima, quien por lo general, explicó, se siente culpable de ser hostigado. Por este motivo los docentes deben estar alerta ante posibles casos de bullying.
“Muchas veces las actitudes del agresor quedan justificadas, banalizadas (…) y no hacemos nada porque es normal, pero cuando alguien se suicida por bullying nos parece horrible y entonces todos nos preocupamos”, señaló.
Para Giachero, el acoso escolar siempre existió, pero ahora existen más casos, en parte debido a que hay más “personalidades psicopáticas”, que son las que se “adaptan mejor a la sociedad actual”. La psicóloga alertó respecto a que muchas veces los docentes dicen que las víctimas tienen determinado perfil, y aseguró que cualquiera puede ser víctima de bullying, y que la timidez o la baja autoestima es consecuencia del acoso y no su causa. “Me da pánico cuando los colegas dicen que la víctima tiene un perfil específico o que hay un conflicto”, indicó.