ABUSO SEXUAL HACIA NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES


Esta forma de violencia requiere especial atención por los niveles de daño que causa y la invisibilidad en la que ocurre. El sometimiento al que han sido condenados históricamente los niños/as y adolescentes los posiciona en condiciones altamente vulnerables al abuso sexual.

Colaboran en este sentido la construcción social de la sexualidad como tabú - de lo que no se dice, ni se habla - la posición de sumisión y dominación en que se ubica a los niños y las niñas frente al mundo adulto, la incapacidad de tener voz, protagonismo y opinión. El descrédito de su palabra, las ideas que sostienen que los niños mienten, fantasean y manipulan, desacreditando sus relatos de abuso sexual.

La alta dependencia emocional y material en la que se encuentran en el seno de sus familias los hace vulnerables a todo tipo de arbitrariedades y crueldades. El mundo adulto los ha reducido a objetos de su propiedad a tales extremos que estos “objetos de propiedad” también sirven para la gratificación sexual o la gratificación de someter. El abuso sexual es una expresión de poder que ocurre en silencio. Las personas que lo sufren no pueden hablar porque están siendo manipuladas por el abusador, chantajeadas emocionalmente y amenazadas.


Porque están educadas para la sumisión frente al adulto, moldeadas como objetos sexuales de los varones, adiestradas para soportar, convencidas por el abusador que nadie les va a creer, que serán tratadas por locas, que cosas muy graves van a suceder si hablan. Son historias que se suceden durante muchos años de dolor, angustia, soledad y miedo.

En circunstancias, los niños/as llegan a pedir ayuda, a relatar lo sucedido pero avanzado el proceso de denuncia y protección, muchas veces se retractan, manifestando que todo fue una mentira, que nunca ocurrió lo sucedido.

El miedo a un futuro incierto, la ambivalencia afectiva que sienten respecto del abusador y la victimización secundaria que sufren por parte de las instituciones intervinientes generan que las víctimas se retracten quedando en condiciones de mayor vulnerabilidad, desprotección y expuestas a la reiteración del abuso sexual.

Contrariamente a las creencias más comunes, el hacinamiento, la pobreza, el alcohol o las drogas no son las causas de este problema. En algunas historias pueden coexistir estos factores (pobreza y hacinamiento) y en otras operar como desencadenantes o deshinibitorios (alcohol, drogas) pero no son las causas.

HOMICIDIO DE LAS MADRES POR VIOLENCIA DOMÉSTICA Y HOMICIDIO DE NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES

En las situaciones de violencia doméstica ocurren extremos donde el padre o padrastro asesina a su pareja o ex –pareja, en ocasiones en presencia de sus hijos/as. Es de alta preocupación la desprotección en la que quedan frente al homicidio de su madre perpetrado por el padre o padrastro. En general quedan al cuidado de referentes familiares o en hogares de amparo estatales. En Uruguay cada año son asesinadas entre 30 y 40 mujeres por parte de sus parejas o ex parejas y la mayoría tiene hijos a cargo. Otra realidad penosa es la existencia de casos (si bien en menor medida) de niños, niñas y adolescentes víctimas de homicidio por violencia doméstica. En circunstancias son asesinados por parte de sus padres o padrastros en el mismo momento que son asesinadas sus madres.



MADRES QUE ASESINAN AL AGRESOR

Es de destacar también la situación de indefensión en la que quedan aquellos hijos/as de madres que asesinan a su pareja como forma de poner fin a una historia de violencia doméstica. En los casos donde no se logra configurar legítima defensa, estas mujeres deben enfrentar largos años de cárcel,quedando sus hijos/as al cuidado de otros referentes familiares o en hogares estatales. En menor medida pero para tener en cuenta son los casos de niños, niñas y adolescentes que dan muerte al progenitor violento para defender a su madre o para poner fin a la violencia en la que viven.


LA VICTIMIZACIÓN SECUNDARIA

La revictimización o victimización secundaria es la que ocurre en el proceso de intervención de las instituciones competentes en el tema. En el proceso de denuncia, y pedido de ayuda ocurren situaciones de violencia secundaria generadas por las instituciones intervinientes, que agravan el daño psicológico de las víctimas.

Es grave y especialmente nociva porque provoca un daño emocional suplementario al daño generado por la situación de violencia denunciada. Es perpetrada por instituciones públicas que tienen el cometido de proteger y restituir derechos vulnerados dejando a las víctimas en altos niveles de indefensión, impotencia y descredito.

Algunos ejemplos de prácticas revictimizantes son:
. La mala praxis, las intervenciones inadecuadas por parte de personal no capacitado, el ser sometido a relatar en forma reiterada las situaciones de violencia en las diversas instituciones, la lentitud en los procesos y la burocracia.

La falta de respuesta
es otra forma grave de victimización secundaria, cuando frente al pedido de ayuda no se activan respuestas de apoyo y en muchos casos se deriva de un servicio a otro sin brindar un tratamiento adecuado.

. Las ideas prejuiciosas con las que ciertos operadores y operadoras actúan. En casos de abuso sexual algunos operadores y operadoras focalizan su mirada en las madres de las víctimas

volviendo a victimizarlas. Circulan las creencias de que las madres son cómplices de los abusadores, que no es posible que una madre no vea esta situación, que es imposible no saber que a una hija la están abusando. Estas acusaciones no hacen más que aumentar el daño y el dolor y nos alejan de hacer un análisis real y complejo del problema.

Es sabido que en general los abusadores tienen un comportamiento y una conducta general que los hace insospechados de sus actos aberrantes. También sabemos que las madres reaccionan de diversas formas, que en muchos casos ellas no sabían lo que estaba sucediendo y que era imposible haberse dado cuenta.

De todas maneras es llamativo que la mirada acusadora rápidamente se concentre en la madre cuando ésta debería estar enfocada en el abusador.

. Otro ejemplo clásico de victimización secundaria está vinculado al pasaje de los niños, niñas y adolescentes por el sistema de justicia. El periplo que tienen que vivir al relatar una situación de abuso sexual sin más prueba que su palabra, es muy penoso.

Muchas veces no se les cree, las personas que los rodean sospechan de su versión, piensan que están mintiendo, que quieren llamar la atención o fantasean.


LA TEORÍA DE LA CONSPIRACIÓN O DE LA IMPLANTACIÓN DEL DISCURSO

En algunos operadores especialmente del sistema de justicia y del sistema médico se sostiene la teoría de que los niños/as y adolescentes son habitualmente manipulados e influenciados por parte de un progenitor, en general la madre, para simular una situación de abuso sexual.

Muchos profesionales adhieren a esta teoría de la conspiración y la implantación del discurso. En general creen que las madres implantan discursos en sus hijos como una forma de tomar represalias hacia sus ex parejas.

Están convencidos que el niño o la niña manipulada por esta madre puede mentir en forma sistemática una y otra vez frente a diversos extraños que la interrogan (policías, jueces o receptores, peritos especializados). Estas creencias aumentan el sufrimiento de quienes requieren protección inmediata, justicia y restitución de sus derechos.

Las experiencias de trabajo con víctimas de abuso sexual (en procesos de atención de daños y secuelas) así como vastísimas investigaciones internacionales demuestran que estos casos son prácticamente inexistentes y que de existir eventualmente una denuncia falsa, un profesional con capacitación y entrenamiento puede determinarlo.

En general visualizamos que este argumento es utilizado por progenitores violentos y abusivos como estrategia para desacreditar a las víctimas, lograr obtener nuevamente el control sobre sus hijos e hijas a través de las visitas o la tenencia compartida y continuar la violencia hacia sus ex parejas a través de la violentación de los hijos. Colabora también esta estrategia en perpetuar la impunidad de los agresores.


LA REVINCUNLACIÓN FORZADA

Otro caso de victimización secundaria puede encontrarse en posturas de (algunos) jueces/as, abogados/as y fiscales en relación al régimen de visitas en el marco de una separación por violencia doméstica. Plantean que la violencia fue con la madre y que el padre tiene derecho a ver a sus hijos.

Establecen un régimen de visitas desoyendo la resistencia y negativa que muchas veces plantean con fuerza los niños, niñas y adolescentes. Obligan a éstos a frecuentar a su padre maltratador sin tomar en cuenta el miedo, el rechazo y la opinión de los mismos.

Creen que es la madre la que pone obstáculos en el vínculo padre-hijo y hacen valer con mucho poder los derechos del violento por encima de los derechos de los niños, niñas y adolescentes. Desconocen que los niños/as están siendo sometidos/as a la violencia de ser espectadores del maltrato

ejercido por parte de su padre a su madre y que esta violencia produce daños profundos de difícil reversibilidad. La revinculación forzada es una violación flagrante a sus derechos, sin embargo es una práctica que se sigue observando.

En casos de abuso sexual comprobados y en casos de sospecha de abuso sexual está acordado a nivel de la comunidad científica internacional que no se realizarán bajo ninguna circunstancia revinculaciones de ningún tipo.
Ni terapia familiar, ni terapias que promuevan el perdón del abusador. Existe abundante bibliografía de alta calidad profesional y con respaldo académico que sustentan estas premisas básicas de trabajo.